Recordando a Efrén

Por: Norberto Patarroyo L.


Hablar del periodista Efrén Becerra, es recordar muchas anécdotas alrededor de un ser humano de muchas cualidades y con la sonrisa siempre, con el gracejo oportuno. Su caminar era siempre recto y en un ritmo marcial, casi militar. Al contestar su teléfono, sin importar que hubiese reconocido la voz de quien intentaba comunicarse con él, respondía con un: “¡Sí, a la orden!”. Era amigo de todos los colegas y siempre se mostraba servicial cuando se le requería. Efrén era el periodista que irradiaba amistad con su sonrisa. Vivía muy bien dateado y lograba noticias especialmente en el Congreso, donde tuvo mucha acogida y trabajó como asesor de varios senadores. Amante de los carros Volkswagen, era un trabajador incansable que le gustaba ejercer su profesión, que alternaba en sus comienzos con un restaurante que tenía con su esposa, frente a Inravisión en la calle 24, arriba de la séptima.

Cultivó la amistad de muchos periodistas ya que en los pisos altos del edificio quedaba el noticiero 24 horas y abajo de la Séptima quedaban varias emisoras, entre ellas 1.020 de Caracol, así que logró tener muchos amigos en los medios de comunicación. Su especialidad era el tema político y con el paso de los años se fue matriculando en el sector salud. Se conocía a los directores de los hospitales, tanto públicos como del sector privado.

Con el paso del tiempo su escenario de trabajo se fue trasladando a los temas de la capital y era normal verlo en el Concejo de Bogotá. Siempre ataviado con su libreta y su esfero que no dejaba para nada. Lo recordamos siempre como un hombre respetuoso, caballero con las damas y quien ponía en práctica la palabra colegaje. De vez en cuando invitaba a los periodistas a su apartamento ubicado en el sector de Chapinero y se compartían unos buenos whiskys. Era aficionado al pescado y en varias oportunidades almorzamos en el sector de Galerías, la Plaza de Paloquemao o donde “Las Ojonas” en el Samper Mendoza. Con su forma de ser construyó y fortaleció la palabra amistad, y a algunos colegas los logró involucrar en el sector salud con algunas asesorías de prensa. Con su bondad logró que me vincularan como periodista en el Hospital Simón Bolívar, que gerenciaba en su momento el médico Héctor Manuel Lemus M. Era un fanático de los boleros y cuando ya se había aplicado sus amarillitos, sacaba a relucir sus dotes de declamador.

“Porque no tomo más…”, así empezaba uno de sus poemas. Después de una pausa se paraba y llamaba la atención e iniciaba: “Se está por empezar la zafra en el horcón”. Lastimosamente un accidente en una escalera en su residencia, después de una reunión de periodistas en la CGT, le ocasionó que perdiera la memoria. Su salud se fue deteriorando y Efrén ya no era el mismo. Escasamente reconocía a los más cercanos. Después su mente se borró y su salud se apagó. Su hijo Leber, un médico que se radicó en la ciudad de Fusagasugá, lo lidio después del accidente, hasta que su vida se fue apagando. Efrén es de esos amigos y colegas que uno extraña siempre. Le gustaba andar conmigo porque reíamos mucho. Me gustaba hacerlo reír. En una oportunidad viajábamos en su viejo Mercedes Benz negro fuera de Bogotá, cuando contestó con su tradicional “¡Sí, a la orden!” le llamé la atención sobre el tono militar que aplicaba al recibir las llamadas, propio de esos sargentos regañones y próximos a la “mocha”, pero le recordé que a nivel militar él ni siquiera había pasado por las granjas del padre Luna.

“Esa es toda tu milicia”, le enfatice. Me contestó el apunte con una gran carcajada. Así reíamos siempre de la vida. Hoy lo  extrañamos por esto de la celebración del Día del Periodista. Se extraña al amigo, al colega y en especial esa risa que nunca se olvida. Tengo muy buenos recuerdos de esa amistad con Efrén, pero en especial una que guardo y nunca se la pude entregar: una caricatura que le hice firmada por varios colegas. Es la imagen al inicio de la nota.
Te extrañamos, amigo. Algún día nos volveremos a ver y volveremos a reír.
El Efrén que conoció Alfonso Peña
Cómo dejar pasar esta oportunidad que me ofrecen para referirme a alguien que en vida fue testimonio de servicio y gratitud; me refiero a Efrén Becerra. Quienes tuvimos la oportunidad de contar con su amistad, hoy damos fe de su generosidad.


Efrén fue un nombre alejado de la envidia. Nunca vi en él asomo alguno de resentimiento y mezquindad para con sus semejantes, ¡qué gran hombre!
Le escribo a ese ser bondadoso que partió a la eternidad. Nadie quien haya acudido en su ayuda puede decir que no recibió una palabra de esperanza. ¡Bendito Dios por darnos la licencia de conocerlo y disfrutarlo! Lo conocí en las instalaciones del Concejo de Bogotá. Para ese entonces, Efrén cubría la información que se originaba en esa corporación para la Cadena Radial Colmundo.

Era un gran conocedor del quehacer administrativo de la ciudad. Siempre en su libreta de apuntes había un argumento. La palabra hablada y escrita fue su herramienta. No recuerdo por qué diablos Efrén terminó inmerso en temas de salud; lo cierto es que muchos gerentes de hospitales tenían aprecio y consideración por él. Lo consultaban en temas comunicacionales. Efrén fue un hombre respetuoso de la libertad de expresión. Nunca vi en él una actitud revanchista frente a sus colegas cuando escribían notas periodísticas en las que criticaban la administración de la salud en la ciudad.

Siempre buscó que el comunicador tuviera insumos ciertos para que construyeran la información. Fue precisamente en uno de esos ejercicios en que lo conocí. Fue él quien presentó mi nombre a consideración de un gerente de un hospital de la ciudad para que me empleara.  “Este es el hombre que usted necesita gerente”, le dijo con seguridad en su voz, mientras sostenía en una de sus manos sus lentes. Horas más tarde, yo ya estaba embutido en medio de camillas y gente convaleciente de la sala de urgencias. Hasta pronto Efrén.

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